Pueblo querido,
Me tomo la libertad de tomar prestado un sermón del Papa Francisco, porque creo que da muy buenos sermones.
El Papa Francisco dice que la Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe deja clara la diferencia entre la solidaridad global y el globalismo frío.
La solidaridad global es la creencia de que Dios creó a todos los seres humanos en todo el mundo. Por tanto, todos somos hermanos y hermanas. Debemos cuidarnos los unos a los otros, así como debemos cuidar la tierra.
El globalismo es una ideología de los ricos y poderosos que dice que todas las personas en la tierra deben comprar los mismos productos, usar la misma moda, pensar los mismos pensamientos y, sobre todo, adorar el dinero.
La solidaridad global conduce a la fertilidad.
El globalismo conduce a la esterilidad.
El Evangelio – Luc. 1:39-47, que acaba de ser proclamado – nos regala el gran cantico de María:
Mi alma glorifica al Señor,
y mi espíritu se llena de júbilo en Dios mi Salvador,
porque se ha dignado fijarse en su humilde sierva.
Es un hermoso canto de esperanza y victoria, pero María canta este canto como respuesta a otro canto, el cantico de Isabel. Isabel canta:
¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a visitarme?
¿Quién soy yo?
El cántico de Isabel es un canto melancólico que conjuga esperanza y tristeza, fe y duda.
Isabel no tiene hijos. La gente le llama: “La mujer estéril.” La gente consideraba la esterilidad como un castigo divino por el pecado, por su propio pecado o el del esposo.
La esterilidad era un signo de vergüenza llevado en la propia carne porque hizo que Isabel se sintiera culpable de un pecado que no cometió. La hizo sentirse como nadie, poca cosa al no estar a la altura de lo que se esperaba de ella.
Así podemos vislumbrarlo en el indiecito Juan Diego cuando le dice a María,
«yo en verdad no valgo nada,
soy mecapal,
soy cacaxtle,
soy cola,
soy ala,
sometido a hombros y a cargo ajeno,
no es mi paradero ni mi paso allá donde te dignas enviarme».
Así también este sentimiento puede estar en nuestras comunidades de hoy:
- indígenas y afroamericanas, que, en muchas ocasiones, no son tratadas con dignidad e igualdad de condiciones;
- en muchas mujeres, que son excluidas en razón de su sexo, raza o situación socioeconómica;
- en jóvenes, que reciben una educación de baja calidad y no tienen oportunidades de progresar en sus estudios ni de entrar en el mercado del trabajo para desarrollarse y constituir una familia;
- en muchos pobres, desempleados, migrantes, desplazados, campesinos sin tierra, inmigrantes sin documentos, quienes buscan sobrevivir en la economía informal;
- en niños y niñas sometidos a la prostitución infantil, ligada muchas veces al turismo sexual.
Pero – ahora llega la buena noticia del Evangelio:
Por intercesión de María, Isabel, la mujer estéril, se convierte en Isabel la mujer fecunda-asombrada.
Es ella la primera en reconocer y bendecir a María. Es ella la que en la vejez experimentó en su propia vida, en su carne, el cumplimiento de la promesa hecha por Dios.
En Santa Isabel, entendemos que el sueño de Dios no es -- ni será -- la esterilidad ni estigmatizar o llenar de vergüenza a sus hijos, sino hacer brotar en ellos y de ellos un canto de bendición.
Nunca es la voluntad de Dios que cualquier persona, a quien Él creó, sea rechazada por quién o qué es. Esta es la promesa de María a Isabel.
Y de igual manera lo vemos en Juan Diego. Fue precisamente él, y no otro, quien lleva en su tilma la imagen de la Virgen: la Virgen de piel morena y rostro mestizo, sostenida por un ángel con alas de quetzal, pelícano y guacamayo; la madre capaz de tomar los rasgos de sus hijos para hacerlos sentir parte de su bendición.
A esto se le llama dialéctica.
A esto se le llama elección.
La elección es entre fertilidad o esterilidad, entre bendición o maldición, entre solidaridad global o globalismo frío.
a quien Él creó,
sea rechazada por quién o qué es.
Esta es la promesa de María a Isabel.
Queridos hermanas y hermanos, en medio de esta dialéctica miremos la riqueza y la diversidad cultural
de nuestros pueblos de América Latina.
El Papa Francisco dice que el pueblo hispano tiene un llamado especial para ayudar a todas las gentes del mundo a elegir sabiamente, a elegir la solidaridad global y no el globalismo estéril.
Somos invitados no sólo a cultivar -- sino también a defender valientemente -- de todo intento homogeneizador que termina imponiendo — bajo slogans atrayentes — una única manera de pensar, de ser, de sentir, de vivir, que termina haciendo inválido o estéril todo lo heredado de nuestros mayores; que termina haciendo sentir, especialmente a nuestros jóvenes, poca cosa por pertenecer a tal o cual cultura.
En definitiva, nuestra fecundidad nos exige defender a nuestros pueblos de una nueva colonización ideológica que cancela la riqueza de nuestro patrimonio cultural.
La Madre de Dios es figura de la Iglesia Católica y de ella queremos aprender a ser Iglesia con rostro mestizo,
- con rostro indígena,
- rostro afroamericano,
- rostro campesino,
- rostro cola, ala, cacaxtle.
- Rostro pobre,
- de desempleado,
- de niño y niña,
- anciano y joven
Sino, al contrario, para que cada uno al igual que Isabel y Juan Diego pueda sentirse portador de una promesa, de una esperanza y pueda decir desde sus entrañas:
«¡Padre! ¡Dios mío y mi todo!»
desde el misterio de esa filiación que, sin cancelar los rasgos de cada uno, nos universaliza constituyéndonos pueblo.
¡María! Bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Amén.